Un periodista, un bisabuelo y Borges

HISTORIAS

El periodista suarense Miguel Ángel Morelli entrevistó al escritor en 1973. Recuerda la faceta humana del autor de Fervor de Buenos Aires y una anécdota que une antepasados y Coronel Suárez.

En su visita a Coronel Suárez en 1982, Jorge Luís Borges, junto a la escritora Alicia Jurado, en el interior del Cine Teatro Cervantes,  donde fue homenajeado especialmente con la entrega de una medalla por el intendente de aquel momento Coronel Pedernera.

"Mucho se habló de Jorge Luis Borges desde la política, de si tendría o no que haber ganado el premio Nobel, de cosas menores, pero, tal vez, poco se dijo de él como hombre, de su dimensión ética, de su forma de ser", señala el escritor y periodista Miguel Ángel Morelli . 

Y, en verdad, es difícil imaginarse a uno de los más grandes escritores de la literatura hispanoamericana, en su dimensión más humana y cotidiana. Una serie de anécdotas de Morelli nos dan una idea de un Borges lector, para nada egocéntrico, amable con los jóvenes curiosos, un tanto inocente y bastante bromista. 

"Yo lo conocí a Borges un día antes del retorno de Perón en 1973," dice Morelli. Lo recuerda bien porque tuvo que esquivar varias manifestaciones de agrupaciones políticas al recorrer toda la ciudad de Buenos Aires para llegar al encuentro con el escritor. 

Morelli dejó nuestra ciudad a los 17 años para estudiar periodismo en la Universidad de La Plata. Cuando lo conoció a Borges, para hacerle una entrevista para la revista Vosotras, se sorprendió de la respuesta del autor cuando le dijo de dónde era. "¿Sos de Coronel Suárez? Mi bisabuelo es el que le dio el nombre a la localidad". De hecho, es uno de varios parientes militares de Borges. Una vez dentro de su hogar, le leyó Páginas para recordar al vencedor de Junín, un poema que Borges le dedicó al coronel. 

Coronel Suárez, por Jorge Luis Borges

Alta en el alba se alza la severa
faz de metal y melancolía.
Un perro se desliza por la acera.
Ya no es de noche y no es aún de día.

Suárez mira su pueblo y la llanura
ulterior, las estancias, los potreros,
los rumbos que fatigan los reseros,
el paciente planeta que perdura.

Detrás del simulacro te adivino,
oh joven capitán que fuiste el dueño
de esa batalla que torció el destino:

Junín, resplandeciente como un sueño.
En un confín del vasto Sur persiste

esa alta cosa, vagamente triste.

Aunque llegó bastante más tarde de lo pautado, por las calles cortadas y el clima de efervescencia popular que se vivía en ese momento, a Morelli le llamó la atención ver a un Jorge Luis Borges parado en la puerta de su hogar. Lo estaba esperando. Ni siquiera le reprochó su retraso. Del gran autor, recuerda pequeños gestos. 

"Tenía una sonrisa como de niño, nunca perdió la capacidad de sorprenderse siempre, y eso que lo conocí cuando ya tenía 73 años. Cruzaba un brazo sobre su cabeza y le quedaba el codo pegado a su cara, era una postura muy característica", recuerda. 



Morelli recuerda sus silencios: "No era de dar grandes discursos, no hablaba demasiado ni monopolizaba el discurso. Le gustaba escuchar", señala. 

¿De qué hablaron? "Yo era joven e inexperto, Borges llevó la conversación a dónde quiso. Obvio que habló de los sueños, de los otros, de filosofía, de todas las cuestiones que lo preocupaban tanto", rememora. 

Para Morelli, Borges era muy confiado y accesible. "Una vez, fui a su casa para que me autografíe 100 ejemplares de libros para donar en Suárez. Él estaba almorzando y dejó su comida para terminar con las firmas. Era muy generoso y chistoso". Después, Borges le dijo: "La próxima vez que se le ocurra una idea brillante como esta, aviseme antes". 

Después de frecuentarlo en varias ocasiones, el escritor se enteró de la muerte de Borges por la televisión. Conmovido por la noticia, le escribió un poema (publicado en el libro "Los signos de fuego", Editorial Galerna, 1989).