Estancia El Huáscar: Estilo francés junto al arroyo Sauce Corto

 HISTORIAS 

Este sitio fue fundado a fines del siglo XIX por Cándido Techera, un uruguayo hijo de portugueses que escogió para bautizarla un vocablo de origen quechua atribuido al nombre de un príncipe incaico.

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GENERAL LAMADRID.- Ciento treinta años atrás, cuando más de la mitad del territorio bonaerense estaba todavía bajo el dominio indígena, Cándido Techera se animó a comprar 12.300 hectáreas junto al arroyo Sauce Corto, en tierras de frontera que luego integrarían el actual partido de General Lamadrid.

No había nada en el paisaje que pudiera atribuirse a la civilización, pero el tren ya llegaba a Azul y pronto pitaría airoso atravesando las místicas huellas del "camino de los chilenos", aquella rastrillada trazada por las patas de los miles de animales que los malones arreaban hacia el país trasandino.

El ferrocarril posibilitó que en pocos años se descargaran materiales de construcción, herramientas, muebles y pianos entre los pajonales de la pampa, donde las carretas esperaban junto a la vía para llevar la carga al casco en formación.



El espíritu de la Argentina en proceso de modernización de la década del 80 del siglo XIX pregonaba "europeizar para civilizar" y todo lo que se llevaba al campo tenía esa consigna. Cándido Techera, convencido de esa premisa, no dudó en mandar a construir un palacio francés en medio de la nada y envolverlo en una burbuja de civilización digna de la epopeya de poblar el desierto.

Arboles de protección y de adorno, así como jardines enmarcados por un artístico cerco de hierro forjado, todo formaba un marco sofisticado. Para rematar, la poderosa usina eléctrica instalada junto al arroyo alimentaba un foco que iluminaba a cientos de metros a la redonda.


Ni lerdo ni perezoso

Cándido Techera era un uruguayo descendiente de una familia portuguesa instalada desde varias generaciones en San Pablo, Brasil. Llegado a nuestro país en la adolescencia, el trabajo que consiguió lo llevó a los campos del centro bonaerense donde aprendió a dominar el medio semisalvaje y encontrar su propio camino de progreso.

Ni lerdo ni perezoso, cuando se enteró de que el Estado estaba vendiendo tierras en el Oeste para financiar la Conquista del Desierto que se venía, compró, tal vez sin verlo, este campo grande al que llamó El Huáscar, vocablo de origen quechua atribuido al nombre de un príncipe incaico, hijo de Huayna Capac.

Cándido Techera se había casado con una joven francesa llamada María Fontá, que le dio cinco hijos, que heredaron fracciones de esta estancia. Faustino Techera Fontá recibió el casco de El Huáscar, pero al fallecer soltero y sin descendencia, éste pasó a la familia de su hermana Petrona (ya fallecida), que se había casado con Enrique Betnaza, un hombre de entusiasta iniciativa y una personalidad plena de originalidad y fantasía. Muestra de esa vena artística es el cuidado con que conservó el casco y los versos que dedicó a la estancia y a las proezas de su fundador.

Uno de los versos pintados con letras azules en la portada de entrada dice: "Esta estancia fue fundada / por don Cándido Techera, / cuando ésta era la frontera /del contacto con la indiada. / Del malón amenazada / prosiguió su trayectoria/ de su obra meritoria / y hoy, este establecimiento, / a modo de monumento / perpetúa su memoria".

Enrique Betnaza, además de ser un poeta que llenó las paredes con sus versos escritos en placas enlozadas, también fue un progresista estanciero que dotó a la estancia de los adelantos del despertar agropecuario de principios de siglo XX.



El casco, fue diseñado según los cánones estilísticos franceses, de dos pisos y techumbre de pizarra, con cúpulas, bóvedas, chimeneas, agujas y crestería de hierro.

La estancia El Huáscar, sigue perteneciendo a la descendencia de aquel pionero uruguayo que con gran fe en la tierra argentina, se animó a construir un palacio francés, que se levanta como un faro en un mar de pasto grande y rico.